lunes, 24 de junio de 2013

La movida madrileña del siglo XVIII


A principios de la década de los ochenta, los jóvenes punk de los barrios decidieron cambiar de vestimenta y a empezar a parecer guapos, cambiando de música y de estilo en una nueva reivindicación. Eran los nuevos románticos, la “gente guapa” de la movida. Pronto, los jóvenes de las clases más pudientes empezaron a imitarles en su moda, hasta tal punto que se les llegó a asimilar con lo pijo. No hay que olvidar que música pop es el abreviativo de popular, en contraposición a la música clásica u orquestal.

A finales del siglo XVIII, los jóvenes de las clases populares se niegan a seguir los patrones y la moda de sus mayores, reaccionando contra la influencia francesa e italiana. Se niegan a llevar pelucas (menudo acierto porque vaya piojera más asquerosa) y llevan el pelo con redecillas. Ellos se niegan a vestir con casaca y lo hacen con chaquetilla corta. Ellas se niegan a llevar el incómodo miriñaque (armazón de alambre para mantener abierta la falda) y en cambio visten falda de vuelo con mandil. Y ambos les encantan vestir con bordados, muy del gusto rural y popular.

Es una reacción informal y juvenil al barroquismo y clasicismo entonces imperantes. En quizás, un preludio del romanticismo.

Esta moda es imitada por los jóvenes de las clases pudientes, que aborrecen las incómodas pelucas y se quieren parecer a esa gente guapa, que usando su sinónimo se les llama majos y majas. A los jóvenes de clases altas les fascinan aquellas jóvenes descaradas y barriobajeras que les guiñan un ojo a través de un abanico. Y ellas se sienten atraídas por el prototipo de majo, que es el arquetipo del torero, guapo, valiente y chulo.

Y es que tienen en los toros su mayor afición. Carlos III prohíbe las corridas de toro excepto las benéficas. Y con esto lo que hizo fue fomentarlas al máximo, ya que proliferaron como nunca porque la gente además de ir a divertirse, iba con el aliciente de contribuir para una buena obra. De esta manera, los trajes taurinos se inspiran en esta moda.

Moda goyesca. Fue Goya el que la inmortalizó en sus cuadros. Goya es pintor de la Corte y le va muy bien. Pero no por eso debemos pensar que Goya es un simple satisfecho. Si algo, entre otras cosas, tiene valor la pintura de Goya es la sinceridad de su pincel. Pinta a los reyes y a personajes ilustres, que le pagan por ello, pero también pinta peleas (Riña en el Mesón del Gallo) y escenas costumbristas (El albañil borracho, La novillada, La letra con sangre entra).

Llegando el buen tiempo, la Pradera de San Isidro se llena de gente a disfrutar del campo y de la naturaleza.


La pradera de San Isidro. Goya. 
El lugar favorito de reunión de los majos. Un lugar lleno de alegría y sol.


Los padres están horrorizados por aquellos jóvenes que visten desenfadadamente, van a las afueras a hacer y frecuentemente acaban borrachos y no tienen otra preocupación que el baile, los toros y la música.


La merienda. Goya.

A Goya le encantan los majos y las majas, también llamados manolos y manolas. Entre estos hay de todo tipo. De clase más humilde y otros de más acomodada. Quizá se han mezclado y se han vuelto algo pijos, jugando a volar cometas, los majos, o al pelele, las majas, y ambos a la gallina ciega.


La cometa. Goya


El pelele. Goya


La gallina ciega. Goya

Goya se siente fascinado por ellos y les pinta con rostros bellos y dulces. Representan la alegría de vivir y la juventud. Es un Goya que sus pinturas reflejan luz, alegría, juventud, belleza y amor a la vida.


El quitasol. Goya

Musicalmente, desprecian la música de cámara, pero en cambio les atrae la música popular, la guitarra, la pandereta, las castañuelas y el baile.

No sólo Goya se siente atraído por esta especie de tribu urbana. El genial músico italiano Luigi Boccherinni, autor de música de Cámara, decide comprobar que clase de música hacen estos macarras, quedando tan impresionado, que decide innovar, haciendo lo increíble, mezclando la música de cámara con las castizas castañuelas.


Baile a orillas del Manzanares. Goya.

Pero a veces la Historia engulle a sus personajes y eso es lo que ocurrió con estos. Cuenta Alcalá Galiano, en sus Memorias, que el 2 de mayo de 1808, se estaba vistiendo para salir a la calle, cuando se oyeron grandes tumultos en el exterior, preguntando a su madre que qué era lo que ocurría. Sus palabras fueron de lo más elocuentes: Ya ha empezado.

La Guerra de la Independencia se llevaría por delante muchas cosas. Entre otras a los majos. En los cuadros de Goya, se les ve participar en las algaradas del 2 de mayo.

Decíamos que el pincel de Goya fue siempre sincero. La luz y el color con el que están pintada la gente maja no tiene nada que ver con los aguafuertes en blanco y negro de Los desastres de la guerra.

Goya es realmente fascinante. Es un pintor que se sale de lo común. Refleja en sus cuadros la realidad, pero además sus sentimientos. Por eso su evolución es algo increíble.

Después de la paz y de la funesta restauración monárquica en Fernando VII, el golpe de estado de Riego lleva a los liberales al poder. Han triunfado, por el momento, los que tienen las simpatías de Goya. Pero éste ya ha perdido la ilusión. Ha visto y retratado demasiado dolor y sufrimiento para creer en la Humanidad y en las ideas. Ya sólo ve odio entre los españoles. Ha perdido la esperanza. Se siente viejo, pesimista, cansado y triste. Pero sigue pintando. Esta vez vuelve a reflejar la Pradera de San Isidro.


La Romería de San Isidro. Goya. Un lugar oscuro y terrorífico

Se pueden comentar muchas cosas sobre este terrorífico cuadro, pero creo que una imagen vale más que mil palabras.

Ya no hay gente guapa. Ya no hay majas de mirada dulce y pícara. Ya no hay majos de pose chulesca. Sólo hay pobres, viejos, enfermos, fanáticos, gente oscura, terrorífica, agobiante. Quizá sólo es el reflejo de lo que es en ese momento España. Una España en la que no pueden vivir juntos liberales y tradicionalistas y sólo conciben la desaparición física de los otros.

Pero esto ya es otra historia…

La canción adjunta es Fandango, de Luigi Boccherinni, mezclando música de cámara con castañuelas, interpretado por La Real Cámara.


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